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Fernando VII: Absolutismo y liberalismo.

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Fernando VII
Fernando VII

La restauración del absolutismo (1814-1820)

Fernando VII recobró la corona por el Tratado de Valençay (1813) y regresó a España en marzo de 1814. En Valencia, 69 diputados absolutistas le entregaron el Manifiesto de los Persas, solicitándole la anulación de todo lo aprobado en Cádiz y la vuelta al absolutismo.

El monarca, animado por el apoyo del ejército y el entusiasmo con que fue acogido por el pueblo, que le llamaba El Deseado, publicó el Decreto del 4 de Mayo por el que suprimió de un plumazo la obra de las Cortes de Cádiz y retornó al Antiguo Régimen: restablecimiento del régimen señorial, de las instituciones antiguas, de la Inquisición, de la censura, etc. La iglesia y la nobleza recuperaron su papel privilegiado. Los liberales sufrieron una dura represión, muchos fueron detenidos o asesinados y otros marcharon al exilio por primera vez.

La situación internacional era favorable para la vuelta al Antiguo Régimen. Las potencias vencedoras de Napoleón organizaron en el Congreso de Viena un nuevo mapa europeo restableciendo el absolutismo, y creando la Santa Alianza para su defensa. España fue una potencia secundaria en Viena.

Fernando VII se rodeó de una nefasta camarilla. La situación económica tras la guerra era desastrosa- deuda pública enorme y depresión económica generalizada- y los ingresos procedentes de las colonias escaseaban tras los primeros levantamientos independentistas. La oposición de los privilegiados a pagar impuestos hizo fracasar un intento de reforma de la Hacienda. La incapacidad del gobierno para atajar estos problemas sin acabar con la vieja estructura social generó la quiebra de la monarquía absoluta.

Los liberales, dada su débil base social, sólo contaban con el apoyo de militares jóvenes descontentos para organizar conspiraciones y pronunciamiento|pronunciamientos —golpes de estado militares— desde las sociedades secretas que habían formado en la clandestinidad. Estos pronunciamientos fracasaron (Espoz y Mina en Pamplona, Porlier en La Coruña y Lacy en Barcelona), hasta que el 1 de enero de 1820 el coronel Rafael de Riego logró sublevar en Cabezas de San Juan (Sevilla) a las tropas concentradas para embarcar hacia América.


Juramento de las Cortes Constituyentes en la Iglesia Mayor Parroquial de la Real Isla de León en septiembre de 1810
Juramento de las Cortes Constituyentes en la Iglesia Mayor Parroquial de la Real Isla de León en septiembre de 1810

Trienio Liberal (1820-23)

Se inició una segunda etapa del reinado de Fernando VII quién se vio obligado a jurar la Constitución de 1812. Tras una amnistía los liberales regresaron del exilio. Las Cortes continuaron la revolución burguesa iniciada en Cádiz para acabar con el feudalismo rural y liberalizar comercio e industria: supresión de los mayorazgos y de los señoríos, reforma fiscal, desamortizaciones, supresión de la Inquisición, libertad de imprenta. Instauraron la Milicia Nacional, un cuerpo de voluntarios armados en cada provincia para defender las reformas constitucionales.

El monarca, poco dispuesto a «marchar por la senda constitucional», vetó todas las leyes que pudo. En Cataluña, Navarra, Galicia surgieron partidas realistas de voluntarios, con apoyo de la Iglesia; en 1823 formaron una regencia absolutista en la Seo de Urgel. Esta revuelta de los campesinos se explica porque con las medidas liberales su situación empeoró ya que no hubo ni reparto de tierras ni rebaja de impuestos.

Los liberales se dividieron en dos tendencias: moderados (antiguos doceañistas) partidarios de hacer las reformas sin enfrentarse ni al rey ni a la nobleza, y exaltados que querían acelerarlas. La situación era muy agitada y tensa. Los moderados gobernaron hasta 1822 y luego los exaltados.

El rey mantuvo una actitud conspiradora y pidió ayuda a la Santa Alianza, que en el Congreso de Verona decidió intervenir enviando a los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército francés al mando del duque de Angulema, que no encontró apenas resistencia. Las Cortes fueron vencidas en Cádiz y se repuso a Fernando VII como monarca absoluto. El ejército francés de ocupación permaneció cinco años en el país.


La década ominosa (1823-1833)

Esta tercera etapa absolutista se abre con una feroz represión del liberalismo, llevada a cabo por las Juntas de Fe y la policía. El rey declaró nulos todos los actos del gobierno liberal del trienio. La Administración y el ejército fueron depurados. La Inquisición sin embargo no fue repuesta. Los liberales se exiliaron a Gran Bretaña y Francia, desde dónde siguieron intentando pronunciamientos, como el de Torrijos en 1831, pero fracasaron.

La pérdida definitiva de las colonias en 1824 agravó la difícil situación de Hacienda. Para resolverla el ministro López Ballesteros inició tímidas reformas administrativas y económicas (Código de Comercio, creación del presupuesto del Estado, Banco de Fomento, Bolsa de Madrid,) para atraerse a la burguesía financiera e industrial. Esto enfrentó al rey con los más reaccionarios de la Corte, nobleza y clero, cuyo descontento llevó a revueltas absolutistas como la de los Malcontents en Cataluña (realistas puros o ultras que deseaban el retorno de los fueros tradicionales).

A partir de 1826 el movimiento ultrarrealista se identifica con la figura de D. Carlos Mª Isidro, hermano del rey y supuesto sucesor, hasta el nacimiento en 1830 de su hija, Isabel. Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, en 1832, que derogaba la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres. Se formaron dos bandos en la Corte: los carlistas, absolutistas reaccionarios y los isabelinos, liberales moderados. La reina Mª Cristina, regente durante la enfermedad de Fernando, buscó el apoyo de éstos para salvar la corona de su hija y autorizó el regreso de 10.000 exiliados. El carlismo no tenía más posibilidad que la rebelión para acceder al poder. A la muerte del rey en 1833 comenzaron las guerras carlistas.

HOLA.

Véase también

  1. El reinado de Carlos IV
  2. La crisis de 1808: La Guerra de la Independencia.
  3. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
  4. La emancipación de la América española.
   
 
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