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Visión de don Túngano

De Wikillerato

La Visio Tnugdali, texto redactado en torno a 1140 por un monje irlandés, se convirtió en una de las obras paradigmáticas de las visiones apocalípticas. Los testimonios peninsulares de este libro son bastantes, ya que se conservan traducciones al portugués, catalán y aragonés. En castellano hay dos ramas:

  1. La redacción más antigua, del siglo XIV.
  2. Los impresos del siglo XVI.

La historia cuenta cómo cierto noble llamado Túndalo cayó enfermo y quedó como muerto durante tres días.

Cuando su alma dejó el cuerpo, siguió a su ángel de la guarda hasta un oscuro y terrible valle. En aquel sitio encontró almas quemándose en los carbones ardientes. Después, llegó a una vasta montaña sobre la cual había un estrecho camino que en un lado tenía fuego, y en el otro hielo y nieve. Luego van a un valle tan profundo que no se veía el fondo, pero lo cruzaba un tablón muy largo a la manera de un puente. Nadie podía cruzar sino los elegidos. Muchos trataban de pasarlo pero sólo pudo hacerlo un sacerdote que llevaba la palma de su peregrinación. Sin embargo, el ángel sostuvo a Túndalo para ayudarle a pasar. Tras varias peripecias, vieron otro puente más largo y estrecho que el primero, con afiladas puntas de hierro. En torno a él se juntaban monstruos para atrapar a los pecadores que caían al tempestuoso lago que había debajo. Un alma que llevaba una gavilla de grano estaba cruzando y le impidió el paso a Túndalo. Las dos almas quedaron frente a frente y lloraron un rato hasta que Túndalo, de pronto, se encontró del otro lado.

Al fin llegaron al campo de la alegría y la fuente de la vida. En él había una puerta que se abrió por sí misma y dejó ver un bello prado cubierto de flores y lleno de suaves aromas, en el cual había una multitud de almas. Tras un muro de plata, una muchedumbre vestida de blanco se regocijaba y alababa a Dios. No se padecía en aquel lugar noche ni tristeza. Más adelante llegó a un muro de oro puro con asientos cubiertos de oro y piedras preciosas, donde se sentaban los castos y los mártires. Vio también un árbol enorme cubierto de frutas y flores y pájaros de toda especie. Debajo de él hombres y mujeres gozosos reposaban. alabando a Dios. Le dijeron que el árbol es la Santa Iglesia. Escalaron un muro muy alto de diversas piedras preciosas, y contemplaron los nueve órdenes de ángeles.

Tras estas visiones, el ángel despide al alma y le insta a que cuente lo que ha visto. Túndalo despierta y así lo hace.

Con este argumento, es lógico que la obra se divida en dos partes:

  1. El descenso a los infiernos.
  2. El ascenso al cielo.

Evidentemente la finalidad del texto era maravillar al auditorio con los prodigios revelados y amedrentar sus almas con las penas descritas. En este último aspecto, podría relacionarse con las disputas entre el cuerpo y el alma y, sobre todo, con la Visión de Filiberto.



Enlace externo:

Visio Tnugdali: introducción y texto (ambos en inglés).

   
 
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