Racionalismo
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Introducción
El racionalismo inaugura la filosofía moderna de la mano de uno de los más insignes matemáticos y filósofos, Renato Descartes, y se desarrolla a lo largo del siglo XVII en el continente europeo especialmente en Francia, Holanda y Alemania, por obra de Malebranche, Spinoza y Leibniz.
La característica más importante de esta corriente filosófica consiste en devolver a la filosofía el espíritu crítico, anterior a la fe cristiana. Con el racionalismo hay una separación radical entre la verdad revelada y la verdad exclusivamente racional, propia de la filosofía.
Los factores sociales e ideológicos que motivaron esta situación, se debieron en gran parte al cambio de mentalidad operado en el humanismo renacentista cuyo antropocentrismo marcó toda la filosofía y la ciencia moderna y contemporánea. Muy importante asimismo fue el avance de las ciencias físico – matemáticas gracias al método de Galileo Galilei. Desde el punto de vista de la religión, la aparición del protestantismo y la separación entre las distintas iglesias, ayudó a considerar la fe religiosa como una opción vital, personal separada de la ciencia.
El espíritu crítico de la filosofía racionalista, se concreta en los siguientes puntos:
Renato Descartes (1596 – 1650)
Siendo un gran matemático y físico, fue durante toda su vida un apasionado filósofo. Este amor por la sabiduría - que es la filosofía - le impulsó a realizar una crítica exhaustiva de todos los sistemas de filosofía y ciencia anteriores, comenzando por la filosofía escolástica, que había aprendido en el colegio de los jesuitas de La Flèche. Su espíritu inquieto le llevó a participar en la Guerra de los Treinta Años, a vivir en Holanda, patria del librepensamiento y, posteriormente, a trasladarse a Suecia para enseñar a la reina Cristina. El frío del país y las tempranas horas de la clase, aceleraron su muerte.
Descartes unió el pensamiento filosófico y el científico; sin embargo en algunos de sus libros, tratan sólo de física y matemáticas y otros, de filosofía propiamente dicha.
Sus obras científicas:
Sus obras filosóficas:
El Discurso del Método
Descartes quiere construir en la filosofía un sistema tan verdadero y perfecto del cual nadie pueda dudar, un sistema que permita calcular en lugar de discutir o disputar (recordemos las disputas medievales y el método dialéctico del sic et non). El modelo de perfección se le presenta a Descartes en las matemáticas, una ciencia exacta en la que se da el progreso y se eliminan las discusiones; por ejemplo, el teorema enunciado en la antigüedad por Pitágoras, sigue teniendo la misma validez en todas las épocas.
El método matemático es tan seguro que hasta un niño puede llegar a alcanzar un conocimiento pleno de las reglas aprendidas. En la segunda parte del Discurso del Método afirma: “…un niño que sabe aritmética y hace una suma conforme a las reglas, puede estar seguro de haber hallado, acerca de la suma que examinaba, todo cuanto el ingenio humano puede hallar; porque al fin y al cabo el método que enseña a seguir el orden verdadero y a recontar exactamente las circunstancias todas de lo que se busca, contiene todo lo que confiere certeza a las reglas de la aritmética”.
Este método diseñado por Euclides en sus Elementos consiste en el uso de la intuición y de la deducción. Mediante la intuición conocemos las primeras verdades evidentes e inmediatas, a las que llamó axiomas. Por la deducción alcanzamos otras verdades a las que llegamos a través de los axiomas y de una cadena de razones. Aplicando estos dos usos, entiende Descartes que el método adecuado para construir una ciencia universal, debe tener sólo cuatro reglas en lugar del gran número que presentaba la Lógica o Metodología tradicional:
Utilizando este método en la filosofía, pasa Descartes a buscar una primera verdad evidente, y por tanto indubitable, que sirva a la filosofía como un axioma donde apoyar el resto de afirmaciones o teoremas. Para tal fin inicia la llamada,
Duda metódica
Consiste en dudar de todos los conocimientos que no sean evidentes, es decir que no se manifiesten a nuestro espíritu con total claridad y distinción – aplicación de la primera regla de la evidencia -.
Descartes inicia el proceso dudando de todo conocimiento empezando por el que proviene de los sentidos, pues frecuentemente nos engañan; si engañan una vez, pueden hacerlo siempre. En segundo lugar, es a veces difícil distinguir el sueño de la vigilia; hay sueños que parecen muy reales, e incluso llegan a asustarnos, pudiera ser que nuestra vida de vigilia, no fuera más que un sueño (este tipo de escepticismo estaba presente en la época y lo vemos reflejado en la literatura, por ejemplo en la Vida es sueño de Calderón de la Barca). En tercer lugar también la razón nos engaña, ya que algunas veces nos equivocamos al resolver cuentas o problemas; este hecho nos indica que podemos engañarnos siempre. Finalmente, afirma Descartes, podría existir, un genio maligno, que nos engañara a los hombres con su inmenso poder haciéndonos tomar como real lo que no es.
Sin embargo la duda metódica no lleva al escepticismo, que niega toda verdad, si no todo lo contrario; de ella va a surgir la primera evidencia o axioma: el resultado del análisis anterior revela la posibilidad de que nuestros pensamientos sean equivocados, pero con total claridad y distinción, tomamos conciencia del hecho de estar dudando, de estar pensando y de existir, porque si no existiéramos no podríamos dudar: he aquí el axioma o verdad buscada: “cogito ergo sum”, “pienso luego existo”.
Siguiendo el proceso metódico busca en el pensamiento otras ideas revestidas de igual claridad y distinción; estas ideas son la de infinito y la de extensión.
La idea de un ser infinito, de Dios, no puede tener su origen en un ser finito, limitado como es nuestro pensamiento, por tanto Descartes afirma que sólo un ser Infinito puede haber puesto en nuestra mente esa idea. La existencia es la máxima perfección. Por esto, afirma la existencia de Dios, recogiendo el antiguo argumento ontológico de San Anselmo: de la idea de Dios a la afirmación de su existencia. La existencia de un ser Infinito todopoderoso, garantiza la realidad de un mundo exterior.
Todas las verdades evidentes están en nuestro pensamiento, pero también son seres o sustancias que existen en la realidad. Descartes inicia la corriente idealista en la metafísica moderna.
La metafísica o la teoría de la sustancia
En los Principios de filosofía afirma que la “sustancia es aquello que existe de tal manera que no necesita de otra cosa para existir”. En sentido estricto la única sustancia que tiene esta característica es la sustancia infinita, Dios; sin embargo en la medida que se pueden pensar sin contradicción, admite otras dos sustancias: el cuerpo y la mente, substantia finita extensa sive corpus y substantia finita cogitans sive mens. Las dos sustancias finitas tienen unas propiedades esenciales o atributos, y unas propiedades accidentales o modos. La extensión es el atributo de los cuerpos, res extensa, y el pensamiento res cogitans, el de la mente. Las propiedades accidentales o modos de los cuerpos son: la posición, la figura y el movimiento. Los modos de la mente son: el amor, el odio, el juzgar o el querer.
La Física: mecanicismo y algebrización del universo
La aceptación de los cuerpos, no viene del conocimiento sensible, sino de las propiedades ideales de los mismos. La física cartesiana se caracteriza por el mecanicismo y la algebrización.
Los cuerpos son extensos, es decir, poseen longitud, anchura y profundidad; son un esquema geométrico, unas líneas que encierran un volumen. Las cualidades secundarias como el color, olor, etc., son meras sensaciones del sujeto y no pueden ser objeto de la física. El mundo está regido por las leyes de la geometría: todo el universo puede reducirse a fórmulas algebraicas, ya que la geometría analítica permite transformar la longitud, anchura y profundidad en ecuaciones algebraicas. Descartes realiza de este modo el viejo sueño de los pitagóricos: reducir la realidad a número. Los seres del mundo no se aceptan a través de los sentidos y la imaginación, sino de la inteligencia a la que pertenecen las ecuaciones algebraicas.
También es nueva su concepción del movimiento en abierta oposición con la teoría aristotélica. El único movimiento real es el local, un cambio en la situación relativa de los cuerpos. El movimiento consta de espacio, tiempo y velocidad, elementos que pueden ser reducidos a ecuaciones.
Dios, res infinita, al crear la res extensa, crea también la cantidad de movimiento que existe en el universo y que se mantiene invariable. De esta invariabilidad, se deducen las leyes fundamentales de su física:
Todo lo que pertenece al mundo real se explica mediante la masa y el movimiento local. Los cuerpos, res extensa, funcionan mecánicamente, y esto incluye lógicamente a los animales, vegetales y al cuerpo humano. Para explicar la vida no es necesario recurrir al concepto aristotélico de alma vegetativa o sensitiva, sino sólo al mismo mecanismo del resto del cosmos. En el caso del cuerpo humano, Descartes explica las sensaciones de calor y frío al movimiento de la circulación de la sangre, que había descubierto unos años antes Harvey.
En los Principios de Filosofía afirma:
“La sola diferencia que veo entre las máquinas y los objetos naturales es que los trabajos de las máquinas, en su mayor parte, se ejecutan por aparatos lo suficientemente grandes para ser perceptibles por los sentidos; mientras que los procesos naturales dependen de partes tan pequeñas que se escapan a nuestra percepción. Aunque la Mecánica no teoriza, sino que es práctica, pertenece a la Física, y es tan natural para un reloj, compuesto de tales y tales ruedas, el marcar el tiempo como para un árbol el nacer de tal semilla y producir tales frutos”.
En la parte quinta del Discurso del Método explica la circulación de la sangre y expone la misma metáfora del reloj, típico ejemplo del desarrollo técnico de su época:
“…Por lo demás, para que los que no conocen la fuerza de las demostraciones matemáticas y no tienen costumbre de distinguir las razones verdaderas de las verosímiles, no se aventuren a negar esto que digo, sin examinarlo, he de advertirles que el movimiento que acabo de explicar (la circulación de la sangre), se sigue necesariamente de la sola disposición de los órganos que están a la vista en el corazón y del calor que, con los dedos, puede sentirse esta víscera y de la naturaleza de la sangre que, por experiencia, puede conocerse, como el movimiento de un reloj se sigue de la fuerza, de la situación y de la figura de sus contrapesos y de sus ruedas”.
La Antropología
El ser humano está compuesto de un cuerpo, res extensa, que se rige por las leyes de la física y de la mecánica, y de un alma, res cogitans. El alma considerada en sí misma es “una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que no necesita para ser de lugar alguno ni depende de ninguna cosa material, de suerte que este yo, es decir el alma, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es” (cuarta parte del Discurso del método).
La unión del cuerpo y el alma es puramente accidental; el alma es expresamente creada, es “como un piloto en su navío…, es necesario que esté junta y unida al cuerpo más estrechamente, para tener sentimientos y apetitos y componer así un hombre verdadero…Nuestra alma es de naturaleza enteramente independiente del cuerpo, y, por consiguiente, no se atiene a morir con él; y puesto que no vemos otras causas que la destruyan, nos inclinaremos naturalmente a juzgar que es inmortal” (quinta parte del Discurso del método).
El alma unida con el cuerpo es consciencia, conoce lo que le ocurre al cuerpo, y se da cuenta de este conocimiento. Como el cuerpo es un mecanismo, si no hubiera alma no habría consciencia, ni voluntad ni razón. La presencia del alma racional establece la diferencia radical entre el hombre y los animales, que son autómatas, máquinas carentes de espíritu. La unión entre el alma y el cuerpo que hace posible la unión entre ambos, se verifica en el cerebro, en la glándula pineal. En el Tratado de las pasiones del alma, distingue las acciones de las pasiones. Las acciones dependen de la voluntad, las pasiones son involuntarias, son percepciones, sentimientos, emociones causadas en el alma por los espíritus vitales, es decir, por las fuerzas mecánicas que actúan en el cuerpo, aunque el alma los refiere a sí misma; nuestra alma cree que las pasiones surgen de ella misma.
Descartes señala seis pasiones fundamentales: la admiración es el puente que une la pura intuición intelectual y la pasión, es la emoción intelectual; de ella nacen el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza. De estas pasiones fundamentales se derivan otras como el aprecio, el desprecio, etc.
El hombre debe guiarse en la medida de lo posible, no por las pasiones, sino por la experiencia y la razón. El progresivo dominio de la razón le hace más libre y dueño de su voluntad. Ésta es para Descartes la característica más importante de la moral.
Enlaces externos
Descartes, el triunfo de la tradición pitagórica
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ya tu sabe'.
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