Raciovitalismo. Ortega y Gasset
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Introducción: biografía
El raciovitalismo es la teoría que funda el conocimiento en la vida humana como la realidad radical, uno de cuyos componentes esenciales es la propia razón. Adelanta muchas tesis características del Existencialismo, y es la obra de uno de los mayores filósofos españoles contemporáneos:
José Ortega y Gasset (1883 – 1955):
Nace en Madrid en 1883. Estudia en el colegio de los jesuitas de Miraflores del Palo, en Málaga, en la universidad de Deusto y en la Universidad Central de Madrid, donde obtiene la licenciatura en Filosofía en el año 1902, doctorándose con la tesis: “Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda”.
Amplía sus estudios en Alemania durante los años 1905 a 1907, bajo la influencia neokantiana de Hermann Cohen y Paul Natorp. En 1910 gana la cátedra de Metafísica de la Universidad Central de Madrid. Estos años marcan su etapa objetivista.
El comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914 produce una nueva orientación en su pensamiento: su etapa perspectivista.
Dos años más tarde, en 1916 viaja a Argentina, comenzando su influencia iberoamericana y participando en la fundación del diario el Sol, donde publica dos obras importantes, España invertebrada y La Rebelión de las masas. En 1925 funda la Revista de Occidente, uno de sus más importantes proyectos esbozado desde su estancia en Alemania: la verdadera transformación de España, debe venir del cambio en el plano de la cultura. A través de esta publicación entran en España las ideas filosóficas y científicas europeas de autores tan importantes como Oswald Spengler, Johan Huizinga, Heinz Heimsoeth, Edmundo Husserl, Georg Simmel, Jacob von Uexküll, Alexander Pfänder, Franz Brentano, Ernst Müller, Bertrand Russell, etc. Con estas traducciones y comentarios comienza la regeneración ética y social de España: la crisis española se soluciona abriéndose a Europa. Por estas fechas inicia su etapa raciovitalista, que muestra la madurez de su amplio y profundo pensamiento.
Sus ideas liberales le llevan a la ruptura con la dictadura de Primo de Rivera en 1929.
En 1931 firma junto con Gregorio Marañón y Pérez de Ayala el Manifiesto de los Intelectuales que promovió la aparición de la II República española, en la que intervino activamente como diputado por León en las Cortes, de las que pronto se distanció.
Al iniciarse la Guerra Civil en 1936, se exilia, pasando de París a Argentina. Vive en Francia, Alemania y Gran Bretaña, para asentarse en Lisboa con prolongadas estancias en España a partir de 1945. En 1948 funda con Julián Marías el Instituto de Humanidades donde imparte algunos cursos universitarios, muriendo a su regreso del exilio en Madrid el 18 de Octubre de 1955.
La producción intelectual de Ortega, va más allá de la publicación de tratados de Filosofía, proyectándose en la cultura y generando una inmensa fuerza intelectual en España y en Hispanoamérica, influencia que aún se deja sentir en la Revista de Occidente y en sus discípulos, José Gaos, Manuel García Morente, Joaquín Xirau, Luis Recasens Siches, Francisco Ayala, Pedro Laín Entralgo, Maria Zambrano, Xavier Zubiri, José Ferrater Mora, José Luis López Aranguren, Paulino Garagorri, Juan David García Bacca, y el recientemente fallecido Julián Marías, entre otros muchos. En la actualidad, es muy valorado su pensamiento también en diversas universidades europeas, especialmente en Alemania.
Obras
Su amor por el periodismo le hizo afirmar: “Nací en una rotativa”, expresión muy suya, aparecida en El Sol y en la Revista de Occidente. Sus obras van tomando cuerpo en ensayos que aparecen primero en los periódicos y luego son editadas. Entre sus numerosos trabajos se encuentran:
Etapas de su pensamiento
Objetivismo
Corresponde a sus primeros años de formación en Alemania, aproximadamente de 1905 a 1914. Durante esta época su reflexión gira en torno al tema de España y su decadencia; preocupación heredada de los krausistas y de la generación del 98.
La europeización de España, es la solución adoptada por Ortega: expresa la creencia de que Europa es el símbolo de la ciencia objetiva. La ciencia pura y la filosofía son la raíz profunda de la civilización europea. Ortega defiende la necesidad de cultivar un modo de civilización, que, sin dejar de ser auténticamente español, pueda ser a la vez europeo.
Influido por el neokantismo, se plantea como prioritario el problema del conocimiento, pero el idealismo de Kant y sus seguidores que reducían el mundo a la conciencia, no encajaba con su mentalidad mediterránea; por otro lado tampoco podía retroceder a las antiguas posiciones de la filosofía realista por considerarlas ingenuas. Poco a poco va situándose en un plano intermedio entre el realismo, - que acepta sin más la realidad exterior -, y el idealismo - que reduce al sujeto a la pura mente -.
En Adán en el Paraíso, encuentra el fundamento para la superación de ambas posturas enfrentadas. El yo del que habla Ortega es un yo en el mundo, en un escenario en que actúa, porque la vida es una actuación, un quehacer, un tratar con el mundo y con las cosas. Ese plano intermedio es el concepto orteguiano de circunstancia, según lo explica en el conocido texto de las Meditaciones del Quijote: En esta obra recoge las meditaciones o salvaciones, como las llamó al principio sobre la manera española de ver las cosas.
“Mi salida natural hacia el universo se abre por los puertos del Guadarrama o el campo de Ontígola. Este factor de realidad circunstante forma la otra mitad de mi persona: sólo al través de él puedo integrarme y ser plenamente yo mismo. La ciencia biológica más reciente estudia el organismo vivo como una unidad compuesta del cuerpo y su medio particular; de modo que el proceso vital no consiste sólo en una adaptación del cuerpo a su medio, sino también en la adaptación del medio a su cuerpo. Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
La realidad se impone en un sentido vivencial, circunstancial, vital. La vida es la realidad radical. La noción de circunstancia, le lleva a la segunda etapa de su producción filosófica:
Perspectivismo
“Cada vida es un punto de vista sobre el universo”. Esta frase tomada del Tema de nuestro tiempo, recoge a la perfección la teoría orteguiana del conocimiento: el hombre conoce el mundo desde una determinada óptica que va cambiando según el camino que recorre; un mismo objeto nos manifiesta una variedad de caras o facetas según lo observemos desde una perspectiva o desde otra. De manera que diferentes apreciaciones sobre una misma realidad pueden ser verdaderas en función del punto de vista o el ángulo de visión desde el que se miren.
Siguiendo la idea planteada ya en las Meditaciones del Quijote, Ortega desarrolla su perspectivismo en varias obras: Verdad y Perspectiva, El Espectador, - desde el punto de vista estético o de la teoría del arte - y, sobre todo, en El tema de nuestro tiempo.
La realidad no se compone de Ser o sustancia, ni de materia o espíritu, sino de perspectiva, es decir llega a nuestra mente multiplicada en mil aspectos diferentes, en múltiples vertientes. El sujeto que conoce lo hace a su vez, desde su propia perspectiva, que es su circunstancia, en un sentido a la vez espacio – temporal y vital, es decir biográfico. Los hombres deben integrar sus distintas versiones, para alcanzar una comprensión cada vez más adecuada de la verdad. El conocimiento es más verdadero cuantas más perspectivas integre; por esta razón nunca se puede dar por definitivo o acabado.
A lo largo de sus lecciones Ortega puso muchos ejemplos de su perspectivismo: la sierra del Guadarrama vista desde Madrid o desde Segovia etc. En las Confesiones de “El “Espectador”, se encuentra quizá el mejor resumen de esta etapa:
“La verdad, lo real, el universo, la vida – como queráis llamarlo – se quiebra en facetas innumerables, en vertientes sin cuento, cada una de las cuales da hacia un individuo. Si éste ha sabido ser fiel a su punto de vista, si ha resistido la eterna seducción de cambiar su retina por otra imaginaria, lo que ve será un aspecto real del mundo. Y viceversa: cada hombre tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otra. Somos insustituibles, somos necesarios. “Sólo entre todos los hombres llega a ser vivido lo humano” – dice Goethe. Dentro de la humanidad cada raza, dentro de cada raza cada individuo es un órgano de percepción distinto de todos los demás y como un tentáculo que llega a trozos de universo para los otros inasequibles. La realidad, pues, se ofrece en perspectivas individuales. Lo que para uno está en último plano, se halla para otro en primer término. El paisaje ordena sus tamaños y sus distancias de acuerdo con nuestra retina, y nuestro corazón reparte los acentos. La perspectiva visual y la intelectual se complican con la perspectiva de la valoración”.
Raciovitalismo
Ya desde su primera etapa objetivista, Ortega se inclina por la vida como la realidad radical, - anterior a cualquier otro conocimiento -; no en un sentido biológico o irracional, puramente instintivo, como la habían entendido Nietzsche o Darwin, sino como una realidad envolvente, circunstancial, en relación e interconexión con el yo humano, en su pura dimensión biográfica. En la lección X de ¿Qué es filosofía?, afirma:
“Nuestra vida, según esto, no es sólo nuestra persona sino que de ella forma parte nuestro mundo; ella - nuestra vida - consiste en que la persona se ocupa de las cosas o con ellas, y evidentemente lo que nuestra vida sea depende tanto de lo que sea nuestra persona como de lo que sea nuestro mundo. Ni nos es más próximo el uno que el otro término: no nos damos cuenta primero de nosotros y luego del contorno, sino que vivir es, desde luego, en su propia raíz, hallarse frente al mundo, con el mundo, dentro del mundo, sumergido en su tráfago, en sus problemas, en su trama azarosa. Pero también viceversa: ese mundo al componerse sólo de lo que nos afecta a cada cual, es inseparable de nosotros. Nacemos juntos con él y son vitalmente persona y mundo como esas parejas de divinidades de la antigua Grecia que nacían y vivían juntas: los Dióscuros, por ejemplo, parejas de dioses que solían denominarse dii consentes, los dioses unánimes”.
La vida es para Ortega la realidad existencial humana, su quehacer, tanto en el sentido de fabricación técnica, según señala en sus Meditaciones de la técnica, como en un sentido histórico, en su dimensión social y política. Vivir es sentir algo, querer algo, pensar algo, es coexistencia del yo y el mundo. La vida es el hecho primario sobre el que ha de basarse toda filosofía. Como afirma uno de sus mejores discípulos Manuel García Morente, estamos ante una revolución metafísica caracterizada por la correlación entre el yo y el mundo, la vida es el “cogito” de la nueva filosofía.
El ser humano es lo que ha sido: la herencia de los hombres que le precedieron, no tiene naturaleza sino historia; y, mirando hacia el futuro es proyecto y libertad. Se va construyendo a sí mismo, es un ser histórico, se va haciendo en la medida que va creando su propia historia. No puede permitir que nadie elija o escoja por él; tiene que empeñarse personalmente en la construcción de sí mismo; tiene que seguir su propia e intransferible vocación, cuyo desarrollo convierte la vida en un proyecto único y personal. Este proyecto personal se lleva a cabo dentro de unas circunstancias familiares, sociales, políticas, económicas etc., en las que todas las personas vivimos. La educación, la cultura, la política e incluso la vida cotidiana influyen de modo decisivo facilitando o entorpeciendo el proyecto personal, vital. Cada hombre tiene un destino ético, personal, - prosigue en la misma lección X -:
“Vida significa la inexorable forzosidad de realizar el proyecto de existencia que cada cual es…La vida es constitutivamente un drama porque es la lucha frenética con las cosas y aun con nuestro carácter por conseguir ser de hecho, lo que somos en proyecto”.
El descubrimiento de la vida como realidad metafísica, exige un método desde el que pueda ser accesible, este método es la razón vital; la razón es sólo una forma y función de la vida.
El hombre está abierto al mundo y a las cosas, y es aquí donde desarrolla su racionalidad. La razón no es un archivador u ordenador frío e insensible, como habían pintado los racionalista, empiristas y kantianos, sino que la razón es una función de la vida, es una razón vital, y por tanto, histórica. El pensamiento y la reflexión son una forma de vida, precisamente la más natural y humana. La vida que vamos viviendo es la realidad donde la razón adquiere sentido, para llevar una existencia auténtica. La razón es la capacidad para iluminar y dar sentido a la existencia personal y cultural. “Frente a la razón pura físico – matemática, hay una razón narrativa. Para comprobar algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia. Este hombre, esta nación hace tal cosa y es así porque antes hizo tal otra y fue de tal modo. La vida sólo se vuelve un poco transparente ante la razón histórica”.
La cultura española es un ejemplo concreto para Ortega de razón vital donde ocupan un lugar destacado la pintura, la poesía y el arte en general. La filosofía española se manifiesta en símbolos y obras literarias como el Quijote, la Vida es Sueño o las Moradas.
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