La filosofía
De Wikillerato
EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA.
Introducción
La filosofía nace en Grecia en el s. VI a.C. Sn embargo, mucho antes los seres humanos ya se habían planteado, en su literatura, en sus leyes escritas y en sus religiones, importantes preguntas sobre algunas grandes cuestiones que les preocupaban.
Vamos a estudiar:
1º) Los orígenes del pensamiento, que primero adopta en todas las culturas un ropaje mítico, pero que en Grecia, en el s. VI a.C., da el paso hacia una forma racional, constituyendo lo que llamamos filosofía.
2º) La filosofía de los primeros filósofos griegos, llamados arcaicos, los cuales miraron el conjunto de la realidad e intentaron descubrir en qué consistía su ser, es decir, su esencia o naturaleza (s. VI-V y parte del siglo IV a.C.).
Luego, en el siguiente capítulo, veremos cómo, solapándose parcialmente con éstos en el tiempo (desde mediados del siglo V a mediados del IV a.C.), aparecen otros filósofos que se desinteresan del tema de la naturaleza de las cosas, y en cambio se interesan mucho por temas relativos al hombre (qué puede conocer, qué cosas son valiosas...). Serán los sofistas y su gran contradictor, Sócrates.
1ª parte: LOS ORÍGENES DEL PENSAMIENTO
En esta primera parte nos ocuparemos de los siguientes temas:
1) El alborear del pensamiento en Mesopotamia e India.
2) Los grandes rasgos de la cultura en la Grecia anterior a la aparición de la filosofía.
3) El paso que se dio en Grecia del pensamiento mítico al pensamiento filosófico
4) La physis (“naturaleza”) como concepto clave de la filosofía de los primeros siglos.
1. LOS ALBORES EN ORIENTE
1.1. Reflexión sobre la condición humana (Poema de Guilgamesh)
1.2. Primer intento de ordenación social (Código de Hammurabi)
1.3. El nacimiento de grandes religiones (Hinduismo y budismo)
2. GRECIA, CUNA DE LA FILOSOFÍA
2.1. Los minoicos (en Creta) L 13
2.2. Los micénicos
(Unos invasores arios, los aqueos, crean en la península del Peloponeso
una gran civilización centrada en la ciudad de Micenas) L 13, dos últimos párrafos)
2.3. Los dorios (arrasan la brillante cultura micénica) L 14, & 1 (=párrafo 1)
2.4. La sociedad de la Grecia prefilosófica
2.4.1. La Grecia prefilosófica
La Grecia anterior a la filosofía era una sociedad aristocrática, agrícola y guerrera. La aristocracia imponía sus valores (ver luego 2.4.3.), que la filosofía criticará. No tenían libros sagrados (lo aprendían todo en sus poetas), lo cual facilitó más tarde la crítica filosófica.
2.4.2. El mundo helénico L 14, & 2
(Homero recrea en sus poemas la Ilíada y la Odisea el glorioso pasado micénico)
2.4.3. Los ideales aristocráticos L 14, & 3
(Para ellos el hombre “bueno” era el que tenía noble linaje, éxito, poder y fama)
2.4.4. Las transformaciones económicas y sociales
En el siglo VII aumenta el comercio y aparece la moneda. Los viajes dan lugar a contacots con otras civilizciones y formas de vida. Se pone en cuestión el valor de las propias ideas, religión y valores. Los antiguos valores aristocráticos quedan desfasados, ya que las relaciones comerciales hacen necesaria una nueva moral, fundada en la justicia (dar a cada uno lo suyo) y en el derecho (la ley escrita). Se va abriendo paso la convicción de que la interpretación del mundo y la convivencia social han de asentarse sobre bases racionales. Así nació la filosofía.
2.4.5. Circunstancias que favorecieron la aparición de la filosofía L 17, & 1-5
(1/ Eran sociedades abiertas, 2/ en contacto con otros pueblos y 3/ con una religión poco definida).
Pensemos que, si lo que enseña la religión es verdad, ayuda al pensamiento racional, pero si no lo es lo dificulta.
2.4.6. Significación de la aparición de la filosofía
1/ La filosofía surge como una crítica de la sabiduría popular y de los valores tradicionales.
2/ La crítica al mito se lleva a cabo en todos los frentes (interpretación del hombre, del mundo, de lo divino, ética, organización social...), intentando eliminar sus supuestos irracionales.
3. EL PASO DEL MITO AL LOGOS
3.1. El pensamiento mítico
3.1.1. El mito
3.1.1.1. Concepto de mito + L 14, & 5
El mito se puede entender de dos maneras:
a) El mito como contenido.- El mito es una narración, o un conjunto de narraciones y doctrinas tradicionales acerca del mundo, los dioses y los hombres, que intentan explicar la realidad y resolver los grandes enigmas que se les plantean a los seres humanos.
Los hombres que crearon los mitos querían expresar con ellos el modo como ellos experimentaban el mundo y el modo como se concebían a sí mismos. Por eso en un cierto sentido todos los mitos son verdad, porque todos ellos contienen la verdad de cómo experimentaban la realidad los hombres que los crearon. De ahí que el filósofo francés Paul Ricoeur (nac. en 1913) diga que los mitos hay que desmitologizarlos, lo que significa que hay que saber extraer de ellos el logos que encierran, su contenido racional.
b) El mito como actitud.- En un sentido derivado y menos frecuente, se puede llamar también “mito” a la actitud humana consistente en interpretar la realidad en base a esas narraciones.
3.1.1.2. Características del mito + L 14, & 5
1ª) En el mito las realidades y las fuerzas naturales (el fuego, el viento, el agua, el amor, la fecundidad...) aparecen personificadas y divinizadas
P. ej., el fuego sería un dios, o una fuerza regida por un dios.
2ª) Todos los fenómenos se hacen depender de la voluntad de los dioses. Consecuencia: todo es arbitrario, y así la ciencia, que consiste en buscar regularidades, resulta imposible y hasta impensable.
3ª) Sin embargo, esa arbitrariedad está limitada por el destino, fuerza impersonal y abstracta, contra la que nada pueden ni los hombres ni los mismos dioses, y que establece cierta necesidad en el acontecer universal.
3.1.1.3. Relación entre mito y filosofía
a) Aunque ambas actitudes se oponen (frente a la credulidad del mito se levanta la racionalidad de la filosofía), el mito y la filosofía presentan cierta continuidad:
1/ Entre mito y filosofía hay continuidad de temas y de problemas (el principio del mundo, la caducidad de la vida, el origen del mal, la responsabilidad y la culpa, el destino y la necesidad...)
2/ No sólo los temas, sino también muchos conceptos míticos continúan viviendo en el lenguaje conceptual filosófico (el concepto de principio, el concepto de necesidad...).
b) Si es así ¿dónde está la diferencia? La diferencia está en la forma de buscar la solución: mientras que el mito “cuenta una historia”, fruto de la imaginación, la filosofía utiliza la razón.
En concreto, en lo referente a los dioses y el destino, la filosofía hará algunas críticas importantes
1/ En el tema de lo divino, la filosofía criticará el antropomorfismo en el modo de concebir a los dioses (o sea, el verlos calcados sobre el modelo de los hombres), y criticará también la arbitrariedad de las intervenciones divinas. Frente a todo eso, son varios los filósofos que afirman la idea de un único Dios como principio gobernador de todas las cosas y autor del orden del mundo.
Así Jenófanes (s. VI-V a.C.) critica el que cada pueblo se figure que los dioses son como ellos: “Los etíopes dicen que sus dioses son negros y chatos; los tracios, que son de ojos azules y de rojo cabello” . Para él, la divinidad hay que concebirla de modo muy diferente, y así dice: “Un único Dios; de todo lo que puede uno representarse, lo más grande; en nada parecido en figura ni en idea a todo lo mortal... él ve, él piensa, él oye..., siempre en el mismo lugar, sin moverse para un lado ni para otro; no le cuadra el mudarse ahora aquí, ahora allí”.
Otro filósofo, Anaxágoras (s. V a.C.), afirma que el orden admirable de la naturaleza exige la existencia de una Mente ordenadora: “La Mente es infinita, autónoma y no está mezclada con ninguna cosa, sino que ella sola es por sí misma... Tiene el conocimiento todo sobre cada cosa y el máximo poder. La Mente gobierna todas las cosas que tienen vida... La Mente ordenó todas cuantas cosas iban a ser, todas cuantas fueron y ahora no son, todas cuantas ahora son y cuantas serán...”
Ya veremos cómo en esa misma línea se mueven los grandes filósofos Platón (s. V-IV a.C.) y Aristóteles (s. IV a.C.). El primero afirma la existencia de un Demiurgo (“artesano” o ingeniero cósmico); y, mucho más claramente, Aristóteles aporta diversos razonamientos para probar la existencia de un ser primordial al que llama claramente “Dios”.
2/ En el tema del destino, la filosofía recogerá la idea de necesidad contenida en ese concepto mítico, pero despojándola de su carácter ilógico, y afirmándola como una exigencia de la racionalidad de lo real (o sea, entendiendo que en la realidad hay cosas que siempre ocurren necesariamente del mismo modo, pero que eso no lo impone “el destino”, sino el mismo modo de ser de la realidad, el cual puede ser conocido por la razón humana).
3.1.2. Las mitologías griegas
3.1.2.1. La mitología griega tradicional + L 15 (todo)
Los griegos no tenían libros sagrados, pero lo aprendían todo de sus poetas: y no sólo la religión, sino también la lengua, la historia, la geografía, el arte de navegar, la estrategia militar, los conocimientos sobre agricultura, etc. Los principales poetas de los primeros siglos de la cultura griega fueron, como ya hemos visto, Homero y Hesíodo. Sólo más tarde llegó a Grecia una nueva mitología, que fue el orfismo.
Homero (s. IX a.C.) escribió dos poemas épicos, en los que recrea el glorioso pasado micénico:
La Ilíada, que relata la conquista de Troya (la soberbia Ilión) por los aqueos.
La Odisea, que cuenta el regreso de Ulises (Odysseys), rey de Ítaca, desde Troya hasta su patria, a través de mil peripecias.
Notemos que Homero habla de cosas que, aunque legendarias y envueltas en la nube de la mitología, tienen un lejano fondo de realidad, pero una realidad de muchos siglos antes, de la que a él le pudieron llegar noticias confusas transmitidas por tradición.
Hesíodo (probablemente del s. VII a.C.) escribió dos grandes poemas:
Los trabajos y los días, una especie de “calendario del agricultor” envuelto en mitos.
La Teogonía, descripción mítica del origen de los dioses.
3.1.2.2. El orfismo
En el s. VI a.C. (el mismo siglo en el que aparece la filosofía), llega a Grecia desde las montañas de la Tracia (que está al norte, y separa a Grecia de lo que hoy es Bulgaria), una nueva mitología: el orfismo, la cual, aunque no llegó nunca a sustituir a la mitología tradicional, influyó mucho en la espiritualidad griega. El centro de esta mitología lo ocupa el dios Dionisos, dios del vino, de la vida y de la fecundidad (es el dios Baco de los romanos), y el sacerdote y predicador de esta nueva religión era Orfeo, personaje mitológico que pudo tener un fondo real, y al que se le suponía de origen tracio, diciéndose de él que su música amansaba a las fieras (aunque tal vez fuera peligroso comprobarlo en la realidad).
Se decía que el dios Dionisos era hijo de Zeus y de Perséfone, y que había sido devorado por los Titanes, los cuales fueron fulminados por Zeus, y de sus cenizas nació la humanidad, la cual lleva así en su naturaleza el noble elemento divino, pero también el pecaminoso elemento titánico. Es interesante percibir a través de este mito cómo experimentaban aquellos hombres lo que era su propia condición humana.
Para el orfismo, el alma humana (es decir, lo que hace al hombre vivir, sentir y pensar) no está en la sangre, como hasta entonces pensaban los griegos, ni es algo corpóreo, sino que es una realidad espiritual, incorpórea, de origen divino. Ahora bien, aunque los órficos veneraban al dios de la vida, su doctrina distaba mucho de ser un canto a la vida. En efecto, según el orfismo, el alma, antes de venir a este mundo, cometió un pecado (que no queda claro en qué consistió), y en castigo fue arrojada a este mundo y encerrada en el cuerpo, el cual no es por tanto su lugar natural, sino una cárcel (los órficos solían decir, haciendo un juego de palabras, “soma sema”, o sea, “el cuerpo [es] un sepulcro”). Para purificarse y mercecer retornar a la patria de la que procede tiene que liberarse progresivamente de la servidumbre del cuerpo y de lo sensible, y practicar ciertos ejercicios ascéticos (o sea, de perfeccionamiento personal), como abstenerse de comer carne y habas.
Si comparamos este modo de pensar con la concepción del hombre contenida en el relato bíblico de la creación, encontramos lo siguiente:
a) En ambos casos existe la conciencia de una culpa original que los seres humanos tienen ahora, en su actual condición, desde el momento de nacer.
b) Sin embargo, hay una importante diferencia:
b1/ en el relato bíblico la existencia del hombre en el mundo aparece como algo bueno, y el hombre es entendido como un ser creado por Dios en estado de pureza y de libertad, una libertad de la cual hizo un mal uso después, al cometer un pecado los primeros seres humanos y perder así toda una serie de bienes, para ellos y para sus descendientes, con lo que la naturaleza humana, que en sí misma es buena y orientada hacia el bien, ha quedado ahora herida y con una tendencia o propensión hacia el mal.
b2/ En cambio, según el orfismo, el alma cometió una transgresión antes de venir al mundo, y por eso ha sido condenada a vivir en el cuerpo, de modo que la existencia misma del hombre en el mundo es concebida como un castigo, es decir, como algo malo.
3.2. La explicación racional: el logos
3.2.1. La aparición del logos. El logos aparece cuando la arbitrariedad es suplantada definitivamente por la idea de necesidad, es decir, cuando algunos pensadores se dan cuenta de que las cosas no ocurren por el capricho arbitrario de los dioses, sino que ocurren de determinada manera, necesariamente.
2.2.1. Coordenadas de la explicación racional. A la idea de necesidad se hallaban vinculadas otras ideas. En efecto, ¿qué es lo que buscaban los filósofos griegos? Veamos:
Frente a (y más allá de)... los filósofos griegos buscaban...
lo cambiante (un mundo en constante transformación) lo permanente (algo que no cambia)
la apariencia (lo que las cosas parecían ser) la esencia (lo que las cosas eran
realmente, de verdad)
la multiplicidad (un mundo hecho de muchas cosas) la unidad (algo que lo unificara todo,
y que fuera una explicación del orden y
la armonía que reinaban en el cosmos)
En resumen: frente a..., los filósofos griegos buscaban....
lo que les presentaban los sentidos lo que descubría la razón (la razón,
(lo que se ve, se oye, se toca...) pensando, se daba cuenta de cómo era
verdaderamente la realidad y de cuál era
la verdadera naturaleza de las cosas)
2.2.2. La búsqueda de la arché (= el “principio”). Todo esto que se ha dicho estaba asociado a la idea de que el Universo se reducía a un solo elemento (o muy pocos elementos). Este elemento, o estos pocos elemntos, serían la arché, o sea, el “principio” de todas las cosas, palabra que, como veremos enseguida, tenía varios sentidos, a los que los filósofos griegos aludían con frecuencia simultáneamente.
3. LA PHYSIS COMO TEMA DE LA NACIENTE FILOSOFÍA
3.1. Términos filosóficos griegos. Para referirse al objeto de su investigación (o sea, para aludir a “eso que buscaban”), los filósofos griegos utilizaron diversos términos, los cuales, aunque no significaban literalmente lo mismo, sí que podrían, salvando diferencias de matiz, considerarse como referidos a la misma realidad. Veremos que todos ellos encierran una idea común, más o menos patente según los casos: la idea de “salir a la luz”. Los términos son:
Eón (“ser”). Eón es, en género neutro, el participio de presente del verbo einai (“ser”), y por lo tanto to eón significa literalmente “lo que es”, “lo ente”, o simplemente “ente” (equivale al término latino ens, entis). Sin embargo, en griego el neutro significa a veces la cualidad abstracta correspondiente a un término: por ejemplo, to kalón, que literalmente significa “lo bello”, también puede significar “la belleza” . Incluso nosotros decimos también a veces “lo bonito de este cuadro” para significar algo así como “la bondad” o “la belleza” del mismo. Por tanto, to eón podría significar, no sólo “lo ente”, sino también “el ser” (o sea, “eso que tienen los entes”, “eso que tienen las cosas que son”). Y “ser” parece que significaba “aparecer”, “manifestarse”, “salir a la luz”.
Aletheie (“verdad”), (que en dialecto ático —la lengua que se hablaba en el Ática, la región en que se encuentraba Atenas— se decía aletheia). La raíz “lath” significa la idea de “ocultamiento”, “cubrimiento”, y el prefijo “a” es una negación. Por lo tanto, aletheie significa algo así como “des-ocultamiento”, “des-cubrimiento”, “desvelamiento”. Aquí aparece ya muy visible la idea de “salir a la luz” común a todos estos términos, incluso con el matiz de “arr ancarse a un ocultamiento”.
Logos (“razón”, y también “palabra”). Este término está emparentado con el verbo légein, que significa “recoger seleccionando”, “escoger” (como cuando decimos que “vamos a coger amapolas”), y también (con conjugación algo diferente) “decir”. Ahora bien, cuando decimos que “cogemos amapolas”, dejando otras flores u objetos que no lo son, estamos reconociendo en las amapolas unas características determinadas, las cuales por lo tanto “salen a la luz” en el hecho de que las recojamos. Y lo mismo ocurre en el decir: cuando nombramos una cosa, y le llamamos “amapola”, o “hierro”, o “caballo”, estamos reconociendo en esa cosa unas características determinadas, un cierto modo de ser, que “sale a la luz” en el hecho de decir, de pronunciar la palabra en cuestión.
Arché (“principio”, y también “mando”). El principio de una cosa es también el “empezar a ser” de la misma, y por tanto también en cierto modo su “aparecer”, su “salir a la luz”. Ya veremos, por otra parte, que el uso filosófico de este término encierra varios sentidos diferentes dentro de este misma idea de “principio”.
Physis (“naturaleza”). Este es el término más importante, y el que requiere mayor atención. Viene del verbo phyein. Este verbo se considera que proviene del indoeuropeo bhu, que significaba “ser”, en el sentido originario de “aparecer”, “salir a la luz”. De ese bhu provienen, en distintas lenguas indoeuropeas, ciertas formas como el término inglés to be (“ser”), el alemán ich bin (“yo soy”) o las formas del latín fui (“yo fui”) o futurum (lo que ha de ser, lo futuro). El verbo griego phyein significa: a) en sus formas transitivas, “producir”, y b) en sus formas intransitivas, “nacer”, “brotar”, “crecer”, “surgir”. Ahora bien, el sufijo —ti ( o —si) añadido a la raíz de un verbo significa la correspondiente acción o fuerza. Por tanto, physis significa “nacimiento”, “crecimiento”, o también “la fuerza que hace nacer”, “la fuerza que hace crecer”. Y... “nacer” es “salir a la luz” (cuando nace un niño, nosotros decimos que su madre “lo ha dado a luz”), con un claro matiz de “salir a la luz arrancándose al ocultamiento” (puesto que uno “sale a la luz” arrancándose a la oscuridad del seno materno). Notemos, por último, que así como del verbo griego phyein (“nacer”) viene physis (“naturaleza”), así también del verbo latino nascor, nasceris, nasci, natus sum (“nacer”) viene natura (“naturaleza”).
Los griegos utilizaban el término physis en los mismos dos sentidos en que nosotros usamos hoy la palabra “naturaleza”. En efecto, si nos fijamos en lo que hoy significa entre nosotros “naturaleza”, veremos que tiene dos usos fundamentales:
1) A veces decimos: “vamos a pasar el día en plena naturaleza”, aludiendo al conjunto de todo lo que hay en el universo, pero que no ha sido fabricado por el hombre, sino que es lo que es de forma espontánea, en virtud de una fuerza interior que lo hace ser así.
2) Otras veces decimos: “este caballo no es peligroso, porque tiene una naturaleza tranquila”, o “este chico siempre está moviéndose, porque tiene una naturaleza nerviosa”, o hablamos de “la naturaleza del hierro”, o “la naturaleza del hombre”. Con ello nos referimos al modo de ser de las cosas, en cuanto que es (o sea, “fijándonos en que es”) el principio de sus actividades y manifestaciones.
Los primeros filósofos griegos (los “arcaicos”) hablaban de physis en estos mismos dos sentidos, pero con una diferencia: nosotros nos referimos a la naturaleza o modo de ser de tal o cual cosa, mientras que ellos se referían a la naturaleza o modo de ser de todas las cosas a la vez. Es decir, ellos percibían tanto orden y tanta armonía en el universo, que pensaban que todo aquello tenía que tener una esencia, una naturaleza, un modo de ser común. Ya veremos, sin embargo cómo ese sentido universal se particulariza luego, para dar lugar al sentido actual del término (la naturaleza de una cosa concreta, o de un género de cosas determinado) a partir de los sofistas y de Platón.
3.3. Características del concepto de naturaleza:
1) El concepto de naturaleza está vinculado a la idea de necesidad: el mundo es un todo ordenado, un Cosmos ("mundo ordenado") y no un Caos (un mundo en desorden).
2) La naturaleza no es algo estático, sino dinámico: es la esencia de las cosas (o sea, su modo de ser, su ser propio e íntimo, lo que aquello verdaderamente es) en cuanto principio de sus operaciones, es decir, de sus manifestaciones, movimientos y actividad.
3) Ese movimiento y actividad se refieren a los que tiene el ser natural de forma espontánea, como algo propio e intrínseco, no a la actividad que pudiera tener una cosa en cuanto que es un objeto artificial fabricado por el hombre. Es decir, la naturaleza es el principio de las operaciones espontáneas de las cosas, a las que llamamos por eso operaciones naturales.
Por ejemplo, supongamos que alguien trabaja un trozo de madera de pino y le da forma de bola. Si lo echa a rodar y rueda, rodará porque se le ha dado forma de bola, y por tanto ese rodar será una operación que depende del artificio humano; pero, en cambio, si le pega fuego y arde, o lo echa al agua y flota, eso ocurrirá porque aquello es de madera de pino, que es la naturaleza de aquel objeto, lo que significa que el arder y el flotar son operaciones espontáneas, “naturales”, Pues bien, la naturaleza es el principio de estas operaciones espontáneas, no de las otras, que son posibles sólo mediante el artificio humano.
3.4. La arché como naturaleza. Los tres sentidos de “principio”.
Preguntar por la arché (el "principio") de las cosas es preguntar por su naturaleza (physis), en la segunda significación de esta última palabra. Esto se comprenderá mejor si tenemos en cuenta que, cuando los filósofos griegos se preguntaban por el “principio” de todas las cosas, lo hacían generalmente en varios sentidos de esta idea de “principio”:
El principio en el sentido del origen a partir del cual se genera todo (o sea, en el sentido de "lo que había al principio").
El principio en el sentido del sustrato del que todo está hecho (o sea, el constitutivo último de todas las cosas).
El principio en el sentido de la causa generadora de todos los procesos, el motor que produce todas las transformaciones.
Aunque algunos filósofos hayan insistido más en uno u otro de estos sentidos (y, con el tiempo, los hayan ido diversificando), lo cierto es que, sobre todo en los comienzos de la filosofía, los otros significados no estaban del todo descartados, ya que estos tres sentidos están bastante ligados entre sí. En efecto, si el origen de todas las cosas es algo determinado (por ejemplo, el agua), entonces parece lógico pensar también que todas las cosas están, en el fondo, hechas de ese algo, y que ese algo es igualmente la causa de todo lo que ocurre (ya que al principio, por lo visto, no había ninguna otra realidad).
Pues bien, estos significados de “principio” nos remiten a la idea antes explicada de “naturaleza”. La naturaleza es el modo de ser íntimo de las cosas (por tanto, el principio constitutivo último de las cosas, que es además el origen, porque “lo que había al principio” es lo que sigue sigue habiendo ahora), teniendo presente que ese modo de ser es el principio de las operaciones de esas cosas (o sea, la causa de toda su actividad y manifestaciones). En conclusión, pues, preguntarse por el principio de las cosas es preguntarse por su naturaleza.
3.5. Rasgos del preguntar filosófico
1) Su universalidad: los arcaicos se preguntaban por el principio o naturaleza de todas las cosas.
2) Su radicalidad: se preguntaban por el principio último, la raíz de la raíz de todo.
3) Su carácter crítico: ponían en cuestión todo lo que antes se había pensado sobre ese tema.
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