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Prólogo del Libro del Cavallero Zifar, Sevilla, 1512

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Prólogo de la edición de Sevilla de 1512

Saludable cosa es a los mortales gastar el tiempo no solamente en obras que para si sean vtiles y onestas, mas avn en aquellas cosas que a los proximos sean prouechosas. E assi se cumplira aquel dicho que dize: dum tempus habemus operemur bene; porque ciertamente perder el tiempo perdida es irrecuperable. Pues para euitar semejante perdida, en virtuosos exercicios nos deuemos ocupar, de los quales se consigue vn habito virtuoso, mediante el qual nuestra vida a bienauenturado fin se dirige; en especial que despues de ser causa de nuestra saluacion, se alcança vna perpetua memoria, que es, despues de muertos biuir por fama: la qual de los antiguos romanos era antepuesta a la vida, e casi por sumo bien tenida. E otro interese no traxo a muchos a desastrados e inauditos fines saluo esta: porque por ellos perpetua fama alcançauan. Y puesto que los presentes, no por semejante interesse solamente, en los tales exercicios se instruygan, porque pocas vezes acaece ser sin arrogancia, deue se hazer por respeto de aquel bien por el qual de Dios nos es concedido el discurso desta vida, que es la bienauenturança de la gloria eterna. E assi ocupados, vnos a otros aprouechemos, cada vno segun lo que de Dios recibio; porque vnusquisque accepit gratiam secundum suam mensuram. E ninguno se escuse con decir: no tengo sufficiencia para aprouechar a otros; porque sera confuso si considera como en el Testamento Viejo mando Dios que pusiesen en su tabernaculo taças e vasos: lo qual sinifica, segun sant Gregorio nos muestra en la exposicion de vna omelia, que por las taças se entiendan los abundantes de doctrina, y por los vasos los de menos doctrina. Empero mandados somos que el que no pudiere dar a beuer con taça al proximo, de con vaso. Conuiene a saber: el que con afluente doctrina no puede aprouechar al proximo, aprouechele con lo que entiende; porque ninguno quedo tan desnudo deste don que no alcançe vn enxenplo de buena palabra. Pues assi, no siendo ignorante desto el auctor desta obra, cuyo nombre sub silentio jacet, e considerando ser onesto exercicio eprouechoso a los que se exercitan en el arte militar, quiso ocuparse en semejante obra, de la qual no menor prouecho alcançaran los lectores que de otras. Puesto que el estilo della sea antiguo, empero no en menos deue ser tenida; que avnque tengan el gusto dulce con el estilo de los modernos, no de vna cosa sola gozan los que leen los libros e historias; porque vnos gozan de la materia de la obra, otros de los enxemplos que en las tales obras se enxeren, e donayres, otros del subido estilo de que es compuesta: del qual todos no gozan, por donde las tales obras son traydas en vilipendio de los grosseros. Assi que si de estilo moderno esta obra carece, aprouecharse han della de las cosas hazañosas e agudas que en ella hallaran, y de buenos enxemplos, e supla la buena criança de los discretos -a cuya correction el auctor se somete- las faltas della e rancioso estilo, considerando que la intencion suple la falta de la obra.

Historia del Cauallero de Dios, que auia por nombre Cifar. El qual por sus virtuosas obras e hazañosas cosas fue rey de Menton. En la India do el bienauenturado apostol sant Bartolome predico, ouo vn cauallero -dize do sant Bartolome predico a diferencia de otras dos Indias; porque segun dizen los historiographos, son tres Indias: la primera tiene los fines hazia Ethiopia; la segunda hazia los medos; la tercera en los partos termina su fin: desta vltima se entiende aqui- el qual cauallero hauia por nombre Cifar; e por las hazañosas cosas e dignas de admiracion que hizo, en las quales creyan las gentes que Dios le ayudaua, llamaronle el Cauallero de Dios. El qual no menos fue temeroso de Dios e obediente a sus mandamientos, que esforçado en las cosas de la caualleria, e amador de verdad y de justicia. E por ser tal, alcanço a ser rey, avnque antes que en tal estado viniesse passo muchas necessidades e trabajos, as si en guerras commo fuera dellas, como aqui oyreys.



NOTA:

Reproduzco el texto que aparece como apéndice en la edición que del Libro del Caballero Zifar hiciera Cristina González (Madrid, Cátedra, 1983).


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